viernes, 26 de julio de 2013

Nada que no haya dicho antes.

Te sigo escribiendo, especialmente cuando no me lees. No diré nada que no sepas ya, pero eso no me detiene. Las palabras y yo no somos amigas, y aún así quieren salir. Nunca podré escribir bonito como tu lo haces, pero, como tú, lo hago porque me nace.

Esto ya lo sabes, me gusta compartir contigo mis pensamientos, contarte mis tristezas, celebrar contigo mis alegrias. Aún con mis miedos que se convierten en ansiedades y estas a su vez en dramas, no hay sentimiento mejor que el saber que tu estas ahí, poniendo atención a lo que digo, listo a dar un consejo, dispuesto a consolarme, tratando de aminorar cualquier miedo y compartiendo también tus pensamientos, tristezas, alegrías y miedos conmigo.

Tu presencia en mi vida ha sido motivo de felicidad. El apoyo que me has brindado ha sido lo único que me ha mantenido en pie en más de una ocasión. Tu compañía es algo que me reanima, unos minutos contigo me llenan de una alegría que dura por horas, de la misma manera que el café me llena de energía, pero sin el after crash.

Fuiste una excepción desde el inicio. La persona que mantiene a la gente alejada, que no habla de su vida, que se limita solo a saludar y escuchar, nunca estuvo presente frente a ti. Confiar en ti fue algo tan natural y reconfortante como la luz del sol que marca un amanecer. Cada día que pasa estás más dentro de mi mente, más dentro de mi corazón, más parte de mi vida.

No sé qué pasará en el futuro, igual que el resto de la gente, lo que sí sé es que quiero que estés ahí siempre y estar yo para ti.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario